El trabajo de la cerámica es uno de los más antiguos de la historia de la humanidad y a pesar de que su nombre proviene de la palabra griega keramos, su descubrimiento, fue muy anterior. No sabemos si fue por casualidad o fruto de cierta dedicación, pero varias culturas descubrieron que la tierra compactada, acontecía sólida cuando se calentaba con el fuego.
En primer lugar, este nuevo material fue destinado a contener líquidos o alimentos y más tarde ya empezó a emplearse para crear representaciones y objetos decorativos. Las cerámicas se componen principalmente de materias inorgánicas, de grano fino a las que se añade agua por, después, dejarlas secar. Posteriormente, se someten a un proceso de cocción por encima de 900° con el que adquieren la dureza y resistencia al desgaste y al calor que las caracterizan.
El gres y la porcelana, empleados en las vajillas, son dos de estos materiales cerámicos y, a pesar de que tienen características ligeramente diferentes, son de gran calidad por su cocción a alta temperatura.